Ahora bien, como quizás muchos estudiantes y hasta colegas pueden pensar y decir, el "analizar" el hacer y el acto educativo NO ayuda necesariamente a ser un buen o mejor profesor o profesional; las evaluaciones estudiantiles e institucionales de docentes parecen sugerirlo aunque hay que aclarar que muchas de esas evaluaciones no valoran apropiadamente el trabajo docente. Sin embargo, es oportuno aclarar que no considero que un buen profesor es aquel docente que "crea un show" para que los estudiantes "aprendan de manera divertida" ni creo que un buen profesional es aquel erudito que "filosofa" sobre la pedagogía y la didáctica. Con esta afirmación, NO quiero desmeritar a quienes lo hacen porque éstas son facetas y dimensiones necesarias de la labor docente. O, ¿cuál docente no quiere que sus estudiantes se sientan a gusto en sus clases? ¿Cuál profesor no espera que sus decisiones y actuaciones sean reconocidas o aceptada por su colegas? Lo que pretendo afirmar es que la labor docente debe trascender el diseño de ambientes de aprendizajes agradables y el discurso racional del hecho educativo para adentrarse al análisis, la discusión, la reflexión y, en últimas, la transformación de las prácticas, los procesos y los contextos educativos de manera que éstos logren propiciar aprendizajes significativos y enseñanzas críticas. En otras palabras, el analizar, discutir, reflexionar y transformar implica o exige una reinterpretación o reconfiguración del saber, hacer y querer docente; reconceptualización que va de la mano, como lo afirma Schön (1987), del repensar el conocimiento del docente para que éste pueda reconocer y superar las limitantes o cegueras epistemológicas, ontológicas y axiológicas que lo bloquean, lo manipulan, o lo reducen.
EL MAESTRO
Nací en el instante en que surgió una pregunta de la boca de un niño. He sido muchas personas en muchos lugares. Soy Sócrates animando a los jóvenes de Atenas a descubrir nuevas ideas a través de las preguntas. Soy Anne Sullivan horadando los secretos del universo para ponerlos en la mano extendida de Helen Keller. Soy Aesop y Hans Christian Andersen revelando la verdad por medio de innumerables narraciones. Soy Marva Collins peleando por el derecho de todos los niños a la educación. Soy Mary McCleod Bethune edificando una gran universidad para mi pueblo, usando cajones vacíos de naranjas como pupitres. Soy Bel Kaufman luchando para ir en contra de la corriente. Los nombres de quienes practicaron mi profesión han ganado el reconocimiento de la humanidad… Booker T. Washington, Buda, Confusio, Ralph Waldo Emerson, Leo Buscaglia, Moisés y Jesús. Soy también aquellos cuyos nombres y rostros se han olvidado hace mucho tiempo, pero cuyas lecciones y carácter se recordarán siempre en los logros de sus alumnos.
He llorado de alegría en las bodas de los antiguos alumnos, he reído con regocijo en el nacimiento de sus hijos, y he permanecido con la cabeza inclinada por el dolor y la confusión en las tumbas cavadas demasiado pronto para cuerpos demasiado jóvenes. En el transcurso de un día se me ha pedido ser actor, amigo, enfermero y médico, entrenador, hallador de objetos perdidos, prestamista, chofer de taxi, psicólogo, padre sustituto, vendedor, político y defensor de la fe. Dejando a un lado los mapas, planos, fórmulas, verbos, historias y libros, no he tenido en realidad nada qué enseñar porque mis estudiantes han aprendido por sí mismos y sé que se necesita el mundo entero para decirte quién eres.
Soy una paradoja. Hablo más alto cuando escucho más. Mis más grandes regalos son lo que quiero recibir, agradecidamente, de mis alumnos. La riqueza material no es una de mis metas, pero soy un buscador de tesoros de tiempo completo, en mi búsqueda de nuevas oportunidades para que mis estudiantes puedan usar sus talentos, en mi constante búsqueda de esos talentos que a veces yacen enterrados en la autoderrota.
Soy el más afortunado de todos quienes trabajan. A un médico se le permite traer una vida en un momento mágico. A mí se me permite que esa vida renazca día a a día con nuevas preguntas, ideas y amistades. Un arquitecto sabe que si construye con cuidado, su estructura puede permanecer por siglos. Un maestro sabe que si construye con amor y verdad, lo que construya durará para siempre. Soy un guerrero que batalla diariamente contra la presión de los amigos, de la negatividad, del temor, de la conformidad, de los prejuicios, de la ignorancia y de la apatía. Pero tengo grandes aliados: la inteligencia, la curiosidad, el apoyo de los padres, la individualidad, la creatividad, la fe, el amor y la risa, todos ellos me ayudan a levantar mi bandera con su apoyo insuperable.
Y de esa manera tengo un pasado rico en recuerdos. Tengo un presente desafiante lleno de aventuras y entretenimiento, porque se me permite emplear mis días en el futuro. Soy un maestro… y doy gracias a Dios por eso todos los días.
Autor: -John W. Schlatter-
Friday, June 10, 2011
Reflexión docente
Ahora bien, como quizás muchos estudiantes y hasta colegas pueden pensar y decir, el "analizar" el hacer y el acto educativo NO ayuda necesariamente a ser un buen o mejor profesor o profesional; las evaluaciones estudiantiles e institucionales de docentes parecen sugerirlo aunque hay que aclarar que muchas de esas evaluaciones no valoran apropiadamente el trabajo docente. Sin embargo, es oportuno aclarar que no considero que un buen profesor es aquel docente que "crea un show" para que los estudiantes "aprendan de manera divertida" ni creo que un buen profesional es aquel erudito que "filosofa" sobre la pedagogía y la didáctica. Con esta afirmación, NO quiero desmeritar a quienes lo hacen porque éstas son facetas y dimensiones necesarias de la labor docente. O, ¿cuál docente no quiere que sus estudiantes se sientan a gusto en sus clases? ¿Cuál profesor no espera que sus decisiones y actuaciones sean reconocidas o aceptada por su colegas? Lo que pretendo afirmar es que la labor docente debe trascender el diseño de ambientes de aprendizajes agradables y el discurso racional del hecho educativo para adentrarse al análisis, la discusión, la reflexión y, en últimas, la transformación de las prácticas, los procesos y los contextos educativos de manera que éstos logren propiciar aprendizajes significativos y enseñanzas críticas. En otras palabras, el analizar, discutir, reflexionar y transformar implica o exige una reinterpretación o reconfiguración del saber, hacer y querer docente; reconceptualización que va de la mano, como lo afirma Schön (1987), del repensar el conocimiento del docente para que éste pueda reconocer y superar las limitantes o cegueras epistemológicas, ontológicas y axiológicas que lo bloquean, lo manipulan, o lo reducen.
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